Quiero Ser Ponente

Estaba un jincho viendo el crepúsculo y vino otro y le dio una ostia por detrás

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Lugar: Spain

miércoles, abril 25

Cronicas del Puerto: El videopoema

Para Rocío, que mantuvo estoicamente la vista en la proyección.


Portatil Compaq conectado al proyector de la sala. Escritorio de Windows XP de configuración clásica abarrotado de accesos directos. Abarrotado. De tal forma que es difícil distinguir si el escritorio es una foto o un tapiz. Doble click. Windows Media Player ejecutándose, configuración en lilas. Parsimonioso paso a pantalla completa.

Fundido a negro.

Ángulo inferior derecho, nombre del protagonista.

Fundido a negro.

Ángulo inferior izquierdo, nombre de la protagonista.

Fundido a negro.

Título del poema y autor (omitido porque puede estar usted recién comido).

Fundido a negro.

Plano general de una cocina iluminada en oscuro. Las imagenes se captan con una handycam (efecto de tembleque). El protagonista prepara una cafetera en el fogón. Sensación de vigilia (especialmente para el espectador). Voz en off del autor, que declama:

"Ni un zorbo de café zoy para tí"

Fundido a negro.

Plano general de un comedor, iluminado en oscuro. La protagonista sentada frente a una taza de café con leche tamaño XL. Persistencia del efecto tembleque de la handycam (se recomienda al lector hacer vibrar ligeramente su cabeza para enfocar con corrección las imagenes en su cerebro).

Plano cenital de la susodicha taza de café con leche. El careto del protagonista, recortado con la primera versión del Draw (para los no iniciados algo así con la primera versión del Paint, solo servía para trazar rectas de un punto a otro) fluctua sobre la superficie líquida intentando sin éxito rebotar contra la porcelana, pero cambiando de dirección aproximadamente un dedo antes de llegar a ella.

De nuevo plano del comedor. Protagonista y protagonista sentados, enfrentados ambos a tazas de café con leche de la vajilla que la bisabuela del autor entregó como dote con la abuela del autor. Ella prueba un "zorbo" de la taza donde antes flotaba el careto del protagonista. Inmediatamente escupe. Voz en off:

"Zi tú fueras café me bebería hasta la última gota"

El protagonista toma su taza y, en ángulo imposible, bebe todo su contenido poniéndose perdida la punta de la nariz.

Fundido a negro.

Fin.


*Es posible que esta descripción no coincida por completo con la realidad, que se hayan omitido versos e imagenes y que el "poema" sea de mayor calidad que lo descrito. Es posible. Juas.

domingo, abril 8

Informacion de interes para poetas (blogger no permite tildes)

Debido a diferentes e innumerables problemas mentales, a insalvables obstáculos sociales o por simples y llanos motivos de salud pública, es probable que el suicidio haya cruzado vuestros pensamientos en diferentes ocasiones. Entenderemos el poner final a la vida propia como una actividad poética más, tal vez la más importante obra del catálogo de un artista del verso. Bien realizado, puede ser portada en diversos medios de comunicación, tema de diferentes tertulias tanto radiofónicas como literarias y publicidad gratuita tanto para vuestra obra como para la de los poetas afines.

El suicidio de un poeta no puede ser llevado a cabo a tontas y a locas. En este caso el fin no justificará nunca los medios. Arrojarse al vacío desde una altura que evite la posibilidad de sobrevivir no es poético. Una llamada desesperada a los programas nocturnos de la radio es propio de desequilibrados mentales sin clase (aunque muchos de vosotros pertenezcáis a esta especie, no podéis pensar que lo sois ¿o no?). Así pues el glamour debe ser la condición esencial para poner en práctica la muerte de uno mismo. Y aunque la manera elegida no sea glamurosa (glamourosa), debemos disponer el resultado para que lo parezca.

El harakiri (aka tiramisú) es la forma suprema de suicidio. Su mayor dificultad estriba en conseguir un arma adecuada para ser consumado. En cualquier tienda de las que circundan el Alcazar de Toledo podemos obtener espadas que cubriran nuestras necesidades con amplitud. Recomiendo encarecidamente negociar para salir del comercio tan solo con el acero afilado, ya que ¿para qe demonios os van a servir el yelmo y el escudo que vienen en el paquete?. Arrodillados en el suelo, posaréis la punta de la espada un par de dedos por debajo del esternón (seguro que tenéis en casa algún libro que os indique donde se encuentra ese hueso) y, en trayectoria ascendente con un empujón fuerte y seco, penetraréis vuestro abdomen para que la espada suba hacia la caja torácica atravesando y rompiendo el corazón. No vale hacerlo despacio porque el tema tiende a doler según se va subiendo. Al parecer, en origen el harakiri se realizaba mediante un corte transversal en el abdomen. Sacándose las tripas, vamos. Pero no queremos sangre de más, así que optaremos por utilizar la variante hollywoodiense de esta maravillosa y aclamada modalidad de suicidio.

La sangre sólo queda permitida en el suicidio de un poeta si el modo elegido es el corte de venas. Si con el harakiri tomabamos el cine como referencia, haremos todo lo contrario con las incisiones en las muñecas: en transversal no sirve, aunque las cicatrices que deja el fracaso son un imán para el sexo contrario. Y por ende para las ganas de vivir (porque os declaráis poetas para ligar ¿no?). Si en verdad quiere uno poner fin a sus días, el corte debe realizarse desde la mano hacia el codo, siguiendo la línea imaginaria que comunica la uña del dedo gordo con las marcas de la aguja hipodérmica. Y cuanto más profundo mejor. Nada de meterse en la bañera. El ponente sugiere una boca de metro de las que cierran a las 21.40. Se hace ruido, se hace bulto, y se gana un día más como noticia, ya que las ediciones de la prensa ya se han cerrado para cuando encontrasen vuestro cuerpo.

Por último, la mezcla de alcohol y somníferos sea con casi total probabilidad la muerte más poética y romántica que seáis capaz de concederos. Contrariamente a las apariencias conseguir pastillas para dormir no es fácil en estos tiempos, en los que raudos cual guepardos los médicos de familia (los médicos de cabecera de toda la vida) saltan con valeriana y todo tipo de matojos crecidos en las cunetas para conciliar el sueño. Es mucho más sencillo entrar en una farmacia y comprar tres cajas de Algidol, que mata mucho mejor. Sin embargo, y aunque sea su contenido lo que procederéis a insertar en vuestro estomago y posteriormente en vuestro torrente sanguineo, esas cajas deben ser destruidas: suicidarse con paracetamol es práctico, pero no viste. Se recomienda dejar bien visible una caja de algún antidepresivo de mamá. Las pastillas se ingieren ayudándose de alcohol de graduación alta y marca buena. Nada de White Label o J&B. Eso para los fines de semana. Jack Daniel's o Chivas de 12 años, como mínimo.

Pero sobre todo, lo más importante que debeís recordar es no escribir, ni por asomo, una nota de suicidio. Ya hemos tenido bastante.

martes, abril 3

POESIA ULTIMA 2007: Intro.

No me arrepiento de nada.
Ni de lo que dije ni de lo que diré.
Ni de mis filias ni de mis fobias.
Ni de lo que hice ni de lo que soñé hacer.







Descubro con cierto alivio y extrema perplejidad que la nómina de poetas (ellos) y vividores (ejemplo: yo) ha descendido a algo menos de la mitad de aquellas tristes jornadas de Poesía Ultima (este blog no me deja acentuar las mayúsculas. Las minúsculas que no llevan tilde son faltas de ortografía) 2006 que fecundaron el óvulo de mi maltrecho cerebro y dieron lugar a un personaje no partidario. Tan patéticas que encumbraron al personaje.

Diez menos veinte de la mañana, jueves, estación de Atocha. Una señora se cuela de forma inverosímil entre mi persona y mi maleta en la cola que conduce al control de acceso al Talgo. Acabo de conocer a Barbara Butragueño. Coche 8. Vamos a ir de culo hacia el Puerto. Lo interpreto como una mala señal. Me equivoco. Como la paloma.

Doce de la mañana. Cafetería. Segundo o tercer solo. Basilio nos ha presentado a Vanessa Torres. Il consigliere vierte un comentario despectivo hacia el narrador. No voy a dejar de llamarle así. Me parece un apodo divertido y que podría desembocar incluso en algo cariñoso. Además, nunca tengo muy claro si se llama José Ramón o Juan Ramón. Vamos, que me pasa como con mi ex-alcalde Belloch. En ese tren, a esa hora, la verdad es que me da igual. Me da igual, me da igual, me da igual. Lo mismo hoy me afectaba un poco. Espero que, lo mismo hoy, no dijese lo que dijo.

Una de la tarde. Plataforma entre los vagones 6 y 7. Barbara y Vanessa sufren "El discurso de la desconfianza" por El Ponente. Parecen simpáticas. Pero la realidad es que lo que nos mantiene allí son las ganas de consumir nicótina en cuanto realicemos otra parada. Parecen simpáticas. Parecen simpáticas. ¿Ya he disfrutado más de lo que disfrute del Puerto al completo el pasado año?. Soy tan fácil de contentar... Rocío Peñalta, Julio Santiago, Juan Antonio Loro, Aurora Pintado. Si somos los mismos, ¿por qué hay tanta diferencia?.

Tres de la tarde. Romerijo. Bien está lo que bien empieza. El año pasado nos fuimos a comer pescado frío. Esta vez lo que se enfríe es porque se queda encima de la mesa. No todo cambia, el pedigüeño es el mismo. Primer café en el Milord. Desguazamos "... Y sin embargo" de Joaquín Sabina. Es un gran tema. Sobre todo si eres el que escribe y no la musa.

A partir de aquí ya no tengo muy claras las horas.

Conocí a Laura Labajo y Oscar Martín el 12 de marzo de 2005 en Alcobendas. Laura me pareció, además de muy guapa, un sol de mujer. Oscar no me dió tan buena impresión. Era más guapo, tenía la voz más grave y meaba más lejos que yo. Y además estaba en su terreno. Envidia creo que lo llaman. No tengo el diccionario a mano.

Laura, Oscar y mi admirado Pepe Ramos llegan al Puerto. Pepe nos ha traido un libro sobre como ganar al poker. Intento odiar a Oscar con todas mis fuerzas. Y pierdo. Lo de la envidia lo llevo bien. Al final del cuento prometo pasarme por Alcobendas tan a menudo como la logística me permita. A ver a mis admirados Laura, Oscar y Pepe. Con vosotros, pan y tiramisú.

A la Fundación.